
Thomas Edison es conocido como uno de los grandes inventores del siglo XIX y uno de los pioneros en el campo de la electricidad. Sin embargo, una de sus invenciones se queda en las sombras. En 1902, Edison trabaja con su colega Waldemar Jungner sobre una batería de coche que funciona con níquel-hierro, los dos métalos sumergidos en una solución alcalina. Esta batería soporta bien el paso del tiempo y las descargas ; desafortunadamente, ella tiene dificultades para liberar une energía fuerte en poco tiempo. No obstante, ella tiene una ventaja sobre las baterías plomo-ácido, comunes en esta época : es menos costosa.
Edison, ferviente defensor de los coches eléctricos, decide demostrar la autonomía de su batería: en 1910, participa a una carrera de resistencia de una longitud de 1000 millas, con la Bailey Electric Phaeton. Sin embargo, la Bailey no logra seguir el ritmo de los automóviles de gasolina. En 1915 el constructor Bailey abandona el coche eléctrico, mientras que Edison se aleja también del proyecto.
Sin embargo, parece que la batería inventada por Edison ha sido modernizada, gracias a los trabajos del químico Hongjie Dai, de la Stanford University (Estados Unidos). La batería níquel-hierro es mejorada con la adición de nanotubos de carbono y de grafeno (densa capa de carbono). Si la nueva batería tiene que ser experimentada, parece alcanzar una densidad de energía mil veces superior a la de Edison (aunque uno de los científicos admite que esta batería no es siempre ideal y suficiente por sí sola para propulsar un coche eléctrico).