
La atracción de feria es también un lugar de innovación energética. Antes de ser un elemento indispensable para nuestras bicicletas, el plato se democratiza dentro de una atracción: el carrusel velocipédico. En 1861, el joven Ernest Michaux efectúa a la edad de 19 anos algunas reparaciones sobre un velocípedo, una “maquina para correr” en madera, sin pedales y frenos, dotada de dos ruedas. No sabiendo adonde colocar los pies durante su utilización, él encuentra su manejo fatigoso. Por consejo de su padre, Pierre Michaux, el joven añada una manivela y fija los pedales a la rueda. El plato ha nacido, pero es todavía demasiado costoso. Su difusión se hace durante una fiera en 1869 en los Estados Unidos. Une nueva atracción, el carrusel de velocípedos, convida a los viandantes a se poner sobre un asiento y a pedalear todos juntos, para hacer ganar velocidad a la estructura. Llegando a los 60 km/h, esta supera a los medios de locomoción de la época, que alcanzaban raramente más de 20 km/h. Sólo quedan dos modelos de carrusel velocipédico y uno es conservado en el Musée des Arts Forains (museo de las artes de fiera) de París. Este fue fabricado en 1897 por Caillebaut y Decanck en Gante, en Bélgica, a partir de una patente inglesa de la empresa Savage. Esta pequeña pieza de museo nos lembra que la electricidad o un motor a gas no son necesarios para sentir sensaciones fuertes: ¡la fuerza muscular es suficiente!