
«El Jamás Alegre», del ingeniero Belga Camille Jenatzy, supera por primera vez los 100Km/h, llegando a 105,88Km/h, el 29 de abril de 1899. En el año 1900, de los 4192 vehículos fabricados en Estados Unidos, 1575 eran eléctricos, 936 eran de combustible y 1681 a vapor. El vehículo de combustible terminaría por suplantar al vehículo eléctrico. En un artículo publicado en 1955, John B. Rae, propuso una explicación determinista para el fracaso del coche eléctrico: este sería victima de sus defectos intrínsecos en comparación con las ventajas de los vehículos de combustible y era inevitable que estos últimos se impusiesen. Rae explicó que el desarrollo de los coches eléctricos, a principios del siglo XX, fue una «excrecencia parasitaria de la industria del automóvil, y que su muerte no fue llorada más por los que tuvieron la desafortunada idea de invertir su dinero en ella». A partir de 1955, la mayoría de los historiadores han aceptado la explicación de Rae, a excepción de Rudi Volti, que fue el primero en cuestionar la tesis del determinismo. Distintos tipos de razones técnicas y económicas fueron, y siguen siendo, propuestas para explicar la superioridad del vehículo de gasolina. Sin embargo, a principios del año 2000, el libro escrito por David A. Kirsch, defiende una perspectiva más matizada. Kirsch, sostiene, basándose en los trabajos de sociología y economía de la innovación (en particular los de Paul A. David), que esta tecnología podría haberse desarrollado en segmentos más especificos del mercado automovilístico), especialmente en usos urbanos, si algunos factores sociales y culturales no se hubieran opuesto.