Hoy en día una bombilla incandescente se compone de un hilo conductor encerrado en una burbuja de gas inerte sin oxígeno, para que el hilo no se consume inmediatamente. Su vida útil es de aproximadamente 1000 – 2000 horas de tiempo, o sea casi 42 – 50 días. La bombilla que nos interesa aquí, por su parte, ¡tiene 117 años!
En 1901 fue instalada una bombilla pequeña en el techo de una estación de bomberos en Livermore, California. Es una bombilla de 60 vatios conectada a la red eléctrica de la época, destinada a velar por los camiones del departamento de incendios día y noche. Entonces, ella no tenía que ser encendida y apagada sistemáticamente. Esta primera particularidad puede explicar en parte su longevidad, porque una bombilla se consuma más rápidamente si es encendida y apagada con demasiada frecuencia. Sin embargo, otra explicación se encuentra en su propria composición: el filamento incandescente no es hecho de un metal conductor, como el tungsteno, sino de carbono. De hecho, el carbono conduce mejor la electricidad cuando se calienta, contrariamente a un metal conductor. Además, el filamento es ocho veces más grueso que lo de una bombilla contemporánea.
Esta bombilla, comercializada por el industrial francés Adolphe Chaillet en 1896, va en contra de todas las lógicas comerciales y especialmente de la obsolescencia programada… Recordemos, después de todo, que la obsolescencia programada es reconocida en Francia como un delito desde la ley sobre la transición energética de 2015.